
Juninenses en Australia: experiencias de jóvenes que decidieron seguir la curiosidad y emigrar
Mire por donde se lo mire, el hecho de emigrar representa una oportunidad para quienes desean y pueden hacerlo. Ya sea por el hecho de revalorizar nuestra idiosincrasia y cultura argentina o por el fenómeno de descubrir nuevos hábitos y costumbres de otras sociedades.
Tradicionalmente ha sido Europa el continente elegido por los más jóvenes para ir en busca de nuevas vivencias, pero en los últimos años, producto de la globalización y de nuevas inquietudes, han ido emergiendo diversos destinos para descubrir. Uno de ellos, sin dudas, es Australia, con una cultura atravesada por el surf, el rugby y un estilo de vida totalmente diferente al que estamos acostumbrados a llevar en Sudamérica. Para hacerlo existen dos formas de gestionar la visita y permanencia en Australia: las visas más usadas son las de modalidades de trabajo y turismo.
Para conocer más en torno a esto, Democracia entrevistó a cuatro jóvenes que decidieron dar el paso de vivir en el extranjero y conocer una parte de la cultura australiana. De tal forma, este medio dialogó con Julián Corbanini (30 años), Malek Mecherques (30), Mercedes Garrido (33) y Victor Nicolai (34), quienes compartieron cómo fue el proceso del desarraigo, dieron su mirada en torno a la calidad de vida en otro país y brindaron su opinión acerca de cómo se lo ve al argentino en el exterior.
Punto de partida
En todos los casos fue la curiosidad por conocer Australia y el objetivo de aprender el idioma inglés lo que impulsó a los entrevistados a emprender este viaje de desarraigo y crecimiento personal.
Si bien este acontecimiento puede ocurrir en cualquier edad, comúnmente es realizado por jóvenes que oscilan entre los 17 y 26 años. Por ejemplo, Mecherques decidió hacerlo al finalizar el colegio secundario. “No tenía en claro qué estudiar y fue un lugar ideal para tomarme un año sabático y de pensamiento. Mis padres me acompañaron en el proyecto para perfeccionar el inglés y vivir la experiencia del desarraigo. Para eso, fui con una visa de estudio que se hace online y tenés que tener un apto médico sin mayores complejidades”, relató.
Similar fue el caso de Corbanini quien, tras formarse académicamente en Rosario, decidió cruzar el charco con 23 años y tener su experiencia internacional. Sobre aquel momento, recordó: “Quería tener una experiencia fuera de Argentina y Australia era un país que tenía en mente por seguridad y por su economía, según veía desde afuera. Además, quería aprender inglés y eso representaba una chance ideal para hacerlo”.
En el caso de Nicolai, Australia no fue su primera excursión fuera del país ya que, primero, vivió tres años en Barcelona (España). Luego emprendió el camino hacia Oceanía en septiembre del año 2020 tras lo que fue la pandemia del Covid-19. Para ello, obviamente, tuvo que realizar una serie de trámites burocráticos que se vieron facilitados por el hecho de poseer ciudadanía italiana.
“Teniendo la española o la argentina te hacen rendir un examen de inglés, pero con la de Italia es más sencillo. Además, en ese momento el pasaporte argentino tenía un cupo limitado para 1500 personas al año que se agotaba en menos de dos horas por la alta demanda que había. Teniendo el pasaporte europeo es mucho más fácil, ya que hay que llenar 12 hojas sobre lo que es tu vida, pagás un arancel de menos de 400 dólares y te lo dan”, informó.
Al igual que Nicolai, Garrido también tuvo esta experiencia acompañada de una amiga en 2017, pero, para lograrlo, realizó otro tipo de gestión: la visa de turista. “Viajar era lo que siempre quise hacer y creí que era el momento justo, cuando no tenía mayores obligaciones, e hicimos el trámite correspondiente para lograrlo”, explicó.
Adaptación y aprendizajes
Sin lugar a dudas una de las cuestiones establecidas en el hecho de emigrar es el proceso de crecimiento personal que implica: desde el acto de enfrentarse a otra cultura como así también vivenciar el desarraigo argentino. Por eso, Democracia abordó cómo fueron las adaptaciones y los aprendizajes capitalizados por los entrevistados.
Mecherques, quien acumula una década fuera de Junín viviendo en distintos países, contextualizó: “Me fui cuando terminé el colegio secundario y adaptarse a esa edad no fue fácil.
Me acuerdo el primer día, cuando fui a comprar algo para comer, no supe qué responder y terminé comiendo pan con tomate y mayonesa. Fue un desastre, pero aprendí a través de una gran exigencia para entender y relacionarme”.
“Me hizo madurar y conocer otra cultura por vivir con una familia australiana. Luego, compartí vivienda con un suizo, un japonés y un colombiano; fue un mix raro, pero muy enriquecedor por el encuentro cultural”, siguió y comparó: “Hace dos años, ya con 26, volví a Australia y sigo pensando que es el mejor país del mundo: increíble por los paisajes, el clima, la gente, las playas; todo funciona, ganás dinero, el transporte público anda bien”.
Nicolai coincidió en que la adaptación no fue algo sencillo e hizo referencia al idioma inglés como algo central en la experiencia. “Es completamente diferente al británico o estadounidense, ya que es mucho más cerrado, cortan mucho las palabras y tienen sus frases típicas. También me costó el horario de vida porque los restaurantes dejan de dar de comer a las 21 y a las 22 ya están cerrados. Además, se levantan muy temprano: los cafés abren a las 5.30 hasta las 15”.
“Se cuidan más en la comida, pese a que su plato principal es el ´fish and chips´: una comida típica de la cultura británica. Es una cultura similar a la de Estados Unidos, pero se estila una vida más saludable, con mucho surf. El australiano típico se levanta a las 4, se va a surfear hasta las 7 y después hace su vida normalmente hasta las 20, cuando se van a dormir”, describió.
Además, como parte de ese estilo de vida, Nicolai hizo foco en lo que es la forma de ser de la persona australiana y comentó que se vio sorprendido por “el afán laboral, porque son muy trabajadores y ambiciosos. Allá es fácil prosperar económicamente y que te vaya bien. Es algo que tienen muy arraigado y es cultural”.
A su turno, Garrido también se refirió a la adaptación del idioma inglés como la mayor complejidad a vivenciar. Al respecto, indicó: “Uno piensa que sabe el idioma, pero cuando estás allá e intentás entenderle a un australiano es complicado, hasta que afinás el oído. Aprendí sobre eso y, básicamente, a sobrevivir e imponerme a las adversidades”.
Como parte de los desafíos a afrontar vivió el ser víctima de un robo de sus pertenencias personales en el lugar donde se hospedada. “Se llevaron el pasaporte y gran parte del dinero que había ganado trabajando. Fue una situación terrible”, comentó sobre aquel episodio que tiñó de negativo un momento de su estadía en Australia.
Pese al mal momento, Garrido reconoció que al día de hoy, estando en Argentina, hay cosas que añora de la vivencia australiana. “Extraño vivir en la playa porque es una vida supertranquila y no te estresa, más allá del hecho de conseguir un trabajo que te permite ahorrar y vivir bien”, indicó.
Corbanini sostuvo que “el primer mes fuera del país es como el más duro” y profundizó: “No es una cultura tan definida como en Alemania, Argentina o Italia, y eso hizo que no sienta un gran choque cultural. Quizás lo que más cuesta son las relaciones o vínculos con los australianos”.
“Aprendí sobre cómo tomarme las cosas: sin tanta preocupación y respetando los tiempos de uno. Yo venía con una vorágine de Argentina de lo que es llegar a fin de mes, la seguridad, los horarios del transporte público; y allá logré bajar varios cambios y conocí otra calidad de vida”, valoró.
Y Corbanini coincidió con Nicolai en el aspecto de los horarios australianos. De tal forma, compartió: “Se levantan muy temprano y es como si vivieran con el sol: de seis de la mañana a siete de la tarde. Los lugares gastronómicos cierran temprano”.
Mirada sobre el argentino
Un aspecto clásico a la hora de abordar lo que es vivir en el extranjero es la mirada que tienen sobre la figura de los argentinos. Existen dos posibilidades en torno a esto: una valoración positiva ratificada por pares argentinos a través de los años o un estigma arraigado producto del desconocimiento.
Acerca de este interrogante, Mecherques contó: “En Australia nos valoran y hay muchísimos argentinos. Hay una frase que me enseñaron y refleja lo que piensan de nosotros y nuestra capacidad: ´Nunca contrates a un argentino porque va a terminar siendo tu jefe´. Es un poco así porque nosotros nos la rebuscamos y le ponemos ganas, y eso se lo valora en todo el mundo”.
En la misma línea argumentativa, Corbanini opinó que “tienen un buen concepto. Trabajé como jardinero para una empresa que contrataban a casi todos argentinos porque cumplían, no faltaban al trabajo y eran amenos. Igualmente, en lo que refiere a racismo, es cero la discriminación”.
Nicolai hizo referencia al fútbol como nexo entre culturas y señaló que “el que conoce te nombra a (Lionel) Messi. Estuve allá durante el mundial de fútbol de Qatar, cuando le ganamos a los australianos y la final a Francia, y eso no generó ninguna diferencia. Cuando vas por la calle y te escuchan hablar, te frenan para charlar e interesarse. Además, está repleto de sudamericanos, particularmente chilenos y brasileros”.
A contracara de los relatos expuestos sobre este tópico, Garrido recordó una situación compleja que atravesó en el último día de residencia en Oceanía. “Cuando estábamos haciendo la valija, una persona nos insultó al grito de ´latinos´ y nos quería golpear con un bate de béisbol. Hoy lo recordamos con risa porque fue muy raro y es uno en un millón de personas, pero te hace acordar que sos extranjero”.
Mensaje final: animarse a viajar
¿Es recomendable viajar para aquellas personas que tienen la posibilidad de hacerlo? ¿Cuál sería el mensaje que se podría brindar desde lo vivenciado fuera de la Argentina?
Estos fueron los interrogantes planteados por Democracia que invitaron a reflexionar a los entrevistados.
“Hay que animarse porque te pueden contar la experiencia, pero cada persona lo vive de una forma distinta y única. Hay argentinos en todo el mundo y hacés amigos rápidamente”, respondió Garrido.
Corbanini brindó su respuesta con el mismo énfasis, pero se enfocó en la importancia de contar con herramientas para hacerlo. “Hay que saber algo de inglés porque eso te deja a un lado si no sabés el idioma. Luego, actitud ante todo lo que venga y las adversidades. Siempre con el pensamiento claro que se puede volver a la Argentina”, consideró.
Más allá de la oportunidad que significa emigrar, Mecherques también hizo alusión al otro lado de la posibilidad, ya que no todo es color de rosas y el irse del país es una situación compleja muchas veces. Por eso, aclaró que “hay que estar preparado para pasarla mal porque todo cambio involucra tensión y momentos complejos. De hecho, al principio todo es complicado, ya sea en Australia o en cualquier país del mundo. Recomiendo fervientemente que lo hagan que no se van a arrepentir, teniendo en claro que siempre se puede volver”.
Finalmente, y con una valiosa vivencia en su haber, Nicolai concluyó: “No lo duden porque es una experiencia increíble y es algo inolvidable. Lo que puedas invertir para llegar a ir es algo que se recupera allá fácilmente porque los sueldos son elevados y la capacidad de ahorro es mayor comparada a la de Argentina”.