
La búsqueda de la paz… pero con justicia.
Menos Vladimir Putin, todos hablan de paz. Desde el nuevo pontífice hasta los dirigentes europeos, pasando por Donald Trump o Xi Jinping. Pero no debe ser una paz a cualquier precio.
Nuevo Papa: es León XIV, el cardenal Robert Prevost con doble nacionalidad, Estados Unidos y Perú. Un prelado muy allegado al fallecido Papa Francisco quién lo nombró obispo de la diócesis peruana de Piura y, años después, prefecto del Dicasterio para los Obispos.
La comparación con el Papa previo es inevitable siempre. Y los datos anteriores resultan proclives a confirmar, por parte de León XIV, el rumbo que marcó el pontífice recientemente fallecido.
Sin embargo, nada es igual. Ni siquiera similar. O parecido. Cuando asumió Francisco, en 2013, no estaba devastada la Franja de Gaza, ni existía la ilegal agresión rusa contra Ucrania. Estado Islámico aún no había impuesto su dictadura genocida en partes de Irak y Siria. El Sudán no se debatía en guerra civil.
Papa Francisco se refería a estos graves conflictos como “la tercera guerra mundial en trozos”. Fue así como, poco a poco, la invocación a la paz fue ganando terreno hasta convertirse en el objetivo fundamental de su pontificado.
Así, algunas definiciones del Papa fallecido, en aras de la paz, fueron bordeando posiciones políticas cuando menos discutibles. Desde la “ilegitimidad” en la posesión de armas nucleares hasta la no calificación de Rusia como país agresor en la guerra de Ucrania, fueron puntos opinables.
Toca al Papa León ratificar o redefinir los conceptos. Con comprensión del momento actual, León utilizó diez veces la palabra paz en su alocución inaugural. Posiblemente, será su objetivo central.
Ahora bien ¿A qué costo? ¿Definiciones o silencios? ¿Paz o pacifismo? No pocos dilemas por resolver.
La otra cuestión de política exterior a tener en cuenta es la cuestión actual de las migraciones. “Puentes y no muros” es el postulado al que adhirió Francisco y adhiere León. Entre Cisjordania e Israel. Entre Estados Unidos y México. O las restricciones en Europa.
La tarea de un Papa nunca es algo menor. Por el contrario, cada vez demanda más actividad. Y están los viajes. A las zonas en guerra. A las zonas periféricas. Al mandato pastoral.
León XIV no parece ser un hombre quieto. Por el contrario, sus antecedentes demuestran lo contrario. Hombre de dos países, viajar es una constante en él.
Por último, el cargo que deja: el Dicasterio para los Obispos, una suerte de departamento de inteligencia interior y exterior del Vaticano. Un cargo eminentemente político que permitió al cardenal Prevost manejar información de todo el mundo.
Tan clave como la Secretaría de Estado responsable de la diplomacia vaticana. Sobre quienes recaigan ambos cargos definirán en buena medida el contorno de la palabra “paz” que proclama León XIV.
El lugar de Putin
El Parlamento ucraniano ratificó el acuerdo que el gobierno del presidente Volodymyr Zelenski firmó con el gobierno de los Estados Unidos para la explotación conjunta de los yacimientos de “tierras raras” en Ucrania.
De aquí en más, el gobierno del presidente Donald Trump debería abandonar su marcada “buena voluntad” para con el autócrata ruso Vladimir Putin ¿Lo hará? Está por verse.
Mientras tanto, Putin falsifica la historia durante las celebraciones por el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, la “Gran Guerra Patriótica” para la historiografía oficial rusa.
Y no se prohibió de nada, con párrafos de su discurso tales como “el conjunto del país, la sociedad y el pueblo apoyan a los participantes en la operación militar especial”, Putin arenga a una sociedad desinformada por la censura y el silenciamiento de las voces discordantes.
Putin va más allá. Mezcla su guerra de agresión en Ucrania con la participación soviética en la Segunda Guerra Mundial frente al nazismo. No se cansa de repetir que su “operación militar especial” es contra los “nazis” que gobiernan Ucrania a los que acusa, además, de ruso fóbicos y antisemitas.
Pero esta vez, como ninguna otra, los gestos superaron las palabras por amplio margen. Primero por el desfile militar, presentado como el más grande celebrado en la Plaza Roja de Moscú, desde la victoria en 1945. Después por la presencia de tropas extranjeras, particularmente chinas.
Pero sobre todo por la presencia de 20 dignatarios extranjeros. La casi totalidad de ellos, autoritarios que van de la categoría de dictadores hasta la de iliberales. Destacó la presencia del autócrata chino Xi Jinping, acomodado al lado de Putin, que comienza una negociación sobre la guerra comercial con Estados Unidos.
De la región latinoamericana participaron los aliados de Rusia, Miguel Díaz-Canel de Cuba y Nicolás Maduro de Venezuela. También lo hizo el brasileño Luiz Inacio da Silva, Lula. De Europa, Aleksandar Vucic de Serbia y el eslovaco Robert Fico, cuyo país forma parte de la OTAN y de la Unión Europea.
De la parada militar, vestidos con uniforme de fajina, participaron 1.500 efectivos que combatieron en Ucrania. Otro gesto inequívoco de la voluntad del gobierno ruso de prolongar la guerra de agresión contra Ucrania, más allá de los dichos y las actitudes de Donald Trump.
La guerra comercial
En Suiza, según el anuncio público, delegaciones de China y de Estados Unidos darán comienzo a unas negociaciones comerciales entre ambos países. Al encuentro, los chinos llegan con posiciones de dureza, mientras que los norteamericanos parecen adaptados a las contradicciones del presidente Trump.
La preocupación china es relanzar su economía, afectada por un consumo “perezoso”, la parálisis del sector inmobiliario y los efectos de los aranceles norteamericanos que rondan el disparate del 145 por ciento.
En términos políticos, la situación es otra. La paciencia china de Xi choca con los arrebatos de Trump. Y Trump pisa el palito. Ya habla de una “flexibilización para hacer negocios con ellos”. Trump siempre quiere hacer negocios. Es su mayor debilidad. Sus rivales -de Xi a Zelenski- no niegan los negocios, pero no son todo.
Para China se trata de un episodio más de su itinerario para alcanzar la supremacía mundial. La resistencia de Xi le permite cosechar beneficios en términos patrióticos. Orgullo nacional y honor frente al ataque trumpista.
En el plano internacional, no son pocos los países -en particular del sur- que comienza a ver como creíble y respetable a China frente al imprevisible huésped de la Casa Blanca. La gira de Xi por Vietnam, Malasia y Camboya demostró que los tres países están de acuerdo con una relación privilegiada.
A juzgar por los anuncios, que no son otra cosa que anuncios, hubo entendimiento entre Estados Unidos y el Reino Unido para reducir aranceles de importación entre ambos países.
Nada está claro. El Reino Unido verá sus exportaciones a los Estados Unidos encarecidas por un arancel del10 por ciento, pero se beneficiará de una reducción de las imposiciones sobre 90 mil automotores anuales y de una supresión de los derechos de aduana para el acero y el aluminio británico.
Ambos países acuerdan arancel cero para exportaciones de carne vacuna en ambos sentidos. En fin, mucha fanfarria y pocas nueces. Algo inevitable en Trump, pero no esperable de parte del primer ministro británico Keir Starmer. Trump es marketinero ¿Starmer se convirtió?
Como dijo el director de British American Business, la cámara que nuclea empresas con presencia en ambos países: “estamos mejor que ayer, pero no mejor que hace cinco semanas” en referencia al momento anterior a la vigencia del aumento arancelario.
Rumania y Ucrania
No es irremediable, pero fue un golpe duro para las democracias liberales en el tablero internacional. El triunfo del candidato“patriota” -extrema derecha- George Simion con casi el 41 por ciento de los votos en la elección presidencial rumana huele a un nuevo retroceso para la alianza militar de la OTAN.
Cierto es que una presidencial en un país con un régimen político parlamentario no significa un cambio radical en la composición del poder. Más aún cuando se trata de un proceso no lineal.
Es que la presente primera vuelta electoral está marcada por la anulación de la primera vuelta presidencial llevada a cabo a finales del 2024 que arrojó ganador al “soberanista” -más extrema derecha aún- Calin Georgescu, un aliado natural de Vladimir Putin.
La segunda vuelta que enfrentará a Simion con el alcalde de la capital Bucarest, Nicusor Dan, tendrá lugar el 18 de mayo. Veinte puntos separan a uno de otro. Difícil pero no imposible, dada la dispersión del voto pro europeo entre varios candidatos que ya no estarán presentes.
Lo de Rumania no constituye solo una preocupación política. Es también una preocupación geopolítica. Porque desde Rumania llega la mayor parte de la ayuda militar occidental dirigida a Ucrania.
Por estos días, el destino de Ucrania se juega en la Casa Blanca y en menor medida en Europa. En la Casa Blanca porque se espera un pronunciamiento tras una sucesión de elementos que deberían empujar al presidente Trump hacia un abandono del campo ruso.
La resistencia china, la presencia junto a Putin de Xi, la ratificación del acuerdo minero por parte del Parlamento ucraniano, conforman motivos más que suficientes para cambiar de bando por parte del presidente norteamericano.
Tal vez para alcanzar el objetivo lo más rápido posible es que cuatro “grandes” vuelan a Kiev. Se trata del presidente francés, del primer ministro británico, del primer ministro polaco y del canciller federal alemán Friedrich Merz quién parece dispuesto a jugar un papel de liderazgo.
El hecho en sí es un importante y novedoso movimiento político. Los cuatro se hacen eco de la exigencia-demanda del presidente Zelenski de una tregua bilateral de, al menos, treinta días. Rusia puede hacer oídos sordos, pero Estados Unidos no.
Mientras tanto, en Nancy, ciudad de Lorena con fuerte influencia histórica de Polonia, el presidente francés Emanuel Macron firmó un convenio de asistencia militar -inclusive, nuclear- con el primer ministro polaco Donald Tusk.
Y Merz, a diferencia de su antecesor se muestra muy activo en el seno de la Unión Europea, mientras que el primer ministro británico Keir Starmer aparece como destinado a destrabar la relación con el presidente Trump respecto de Ucrania.
Con la inyección de Merz, Europa parece decidida a ir más allá de las palabras. Veremos.

León XIV homenajeó a Francisco
