
Las volteretas de la política exterior de los Estados Unidos
Y ahora ¿Qué? Y ahora como durante los cien días de presidencia de Donald Trump, lo único previsible es la imprevisibilidad. En principio, es tan así que alcanza con una fugaz lectura de los dichos de Scott Bessent, el secretario del Tesoro en la administración que encabeza el presidenteDonald Trump.
“Este acuerdo señala, claramente, a Rusia que la administración Trump está comprometida a favor de un proceso de paz centrado en una Ucrania libre, soberana y próspera en el largo plazo”, dijo Bessent al momento de la presentación del acuerdo.
¿Dónde quedaron aquellas definiciones de Trump sobre la culpabilidad ucraniana por la guerra? ¿Los halagos al presidente ruso Vladimir Putin? ¿Las descalificaciones –“dictador”- al presidente ucraniano Volodymyr Zelenski? ¿La emboscada a Zelenski en el Salón Oval de la Casa Blanca?
Todo cambió tras la mera firma de un acuerdo comercial -y financiero- para la explotación conjunta de yacimientos de los minerales agrupados en torno al apelativo común de “tierras raras”.
Hete aquí un asomo de coherencia. Una coherencia que debe entenderse en la escala de valores del presidente Trump y de su administración. Y dice así: solo los intereses económicos de los Estados Unidos rigen su política exterior.
Entonces, la correcta lectura del episodio Ucrania no pasa por la evocación -muy exagerada, por cierto- de las muertes cotidianas que la guerra deja, ni por el ahorro de gastos en armamento transferido, al menos no como razón principal, sino que pasa por las “tierras raras”.
El precio a pagar
Cada ataque, por el pasado, fue para bajar el precio. El precio por pagarle a Ucrania. Trump y sus secretarios militantes ensayaron toda clase de actuaciones y declaraciones para imponer a Ucrania un contrato leonino. Recurrieron a manifestar una desmedida amistad por Putin. Funcionó un poco, no mucho.
Es que del otro lado estaba -y está- Zelenski y el sentimiento nacional ucraniano. Que casi inevitablemente será, cada vez más, antirruso. Por tanto, el precio no bajó, ni bajaba más de lo necesario. No quedó otra que firmar. Fue lo que hizo y explicó Scott Bessent
Del lado ucraniano, el acuerdo fue recibido con prudencia y optimismo. Optimismo porque la versión última del acuerdo es la más favorable a Ucrania de cuantas circularon. Prudencia, porque Estados Unidos no se comprometió a “garantizar” la soberanía y la existencia independiente de Ucrania.
Zelenski debió conformarse con un difuso sobre entendido: Rusia no atacará donde haya inversiones norteamericanas. Al revés se trató de una garantía para Estados Unidos que no habrá marcha atrás ucraniana. Es tan así, que el 08 de mayo, la Rada -parlamento- ucraniano convertirá el acuerdo en ley.
Más allá de las tierras raras, para Trump la defensa de Ucrania debe ser responsabilidad de los europeos. Es una forma de presionar para que los adherentes del Viejo Continente a la OTAN eleven sus gastos en defensa al cinco por ciento del PBI nacional, como reclama el presidente norteamericano.
Surte efecto. De los 27 países que integran la Unión Europea, dieciséis ya pidieron ser exceptuados del Pacto de Estabilidad que prevé déficits presupuestarios nacionales inferiores al dos por ciento del PBI. ¿Para qué? Para ampliar el gasto en defensa.
Del otro lado, del lado ruso, queda una disyuntiva tras el acuerdo norteamericano-ucraniano: seguir la guerra o enfrascarse en una negociación de paz. Es posible que Putin trate de ganar tiempo antes de tomar una decisión. O sea, continuar con los ataques, pero restarles intensidad.
Viejo zorro de la política internacional, Putin no parece haber creído demasiado en las “buenas intenciones” hacia Rusia de su colega Trump. Nunca avanzó en un compromiso de alto el fuego con el enviado especial norteamericano Steve Witkoff. Extremadamente prudente al respecto.
Para completar el tema de las tierras raras, conviene recordar que China posee los mayores yacimientos. Y China es el enemigo por excelencia de la administración Trump. El primer destinatario de la “guerra arancelaria”. Y es en la minería donde parece que debe buscarse la raíz de los contenciosos.
En la minería y en los combustibles. En las tierras raras y en el petróleo. Por el lado de la primera, además de Ucrania está Groenlandia. Por el lado de los segundos, Canadá.
Derrota de Trump en Canadá
Fueron el mal tono, la prepotencia y el ataque a la independencia del Canadá, las razones que motivaron el triunfo del partido Liberal en las elecciones legislativas. Pese a provenir, no de la política sino del sector bancario, el primer ministro Mark Carney impulsó una campaña basada en respuestas duras frente a Trump.
Carney reemplazó al dimitente, también liberal, Justin Trudeau, mal considerado por el electorado tras una década de gobierno. Nadie imaginaba su triunfo. No obstante, la resistencia frente a los ataques de Trump lo hicieron posible.
Ahora Carney, favorecido por su triunfo electoral se verá las caras con Trump, quién intenta romper el frente canadiense tentando a los gobernadores de lasprovincias productoras de petróleo, particularmente Alberta en la región de Las Praderas.
Alberta produce el 84 por ciento de los hidrocarburos canadienses, gran parte exportados a los Estados Unidos. Es gobernada por la conservadora Marlaina Smith quien no guarda buenas relaciones con el gobierno federal canadiense y exhibe posiciones relativamente cercanas a Trump.
Ya lo dijo. Veremos como lo hace. Carney aspira a crear una nueva relación con los Estados Unidos. Una relación basada en el intercambio y no más en la colaboración. Realismo y pragmatismo, al máximo.
Carney logró, además, un inédito cierre de filas de la política canadiense. Su partido liberal, junto al Partido Conservador y al francoparlante Bloque Quebecois hicieron frente común frente a las ambiciones anexionistas de Trump.
Cachemira y Siria
Mientras tanto, dos frentes bélicos de índole diferente amenazan la estabilidad y la paz. Por un lado, el creciente conflicto entre la India y Pakistán. Por el otro, los ataques israelíes contra Damasco, la capital siria.
La actual escalada del contencioso histórico entre la India y Pakistán remonta a el homicidio de 26 turistas indios de religión hindú en una estación turística de la región de Cachemira.
Diez días después nadie reivindicó el atentado. Pero, los sobrevivientes contaron que las víctimas fueron obligadas a leer los “kalimas”, oraciones islámicas populares entre los musulmanes de Asia del Sudeste, antes de morir por un balazo en la cabeza.
Desde entonces, todas las noches, son escuchados disparos de militares de un lado y de otro de la “línea” de control que separa ambos países.
Nadie da por terminado el incidente y nadie sabe tampoco hasta donde escalará. Ambos países cuentan con armamento nuclear. De allí, la preocupación internacional.
El primer ministro indio, Narendra Modi, delegó en el Ejército decidir el tenor de la represalia que, sí o sí, tendrá lugar. Pero las miradas se dirigen hacia el belicoso jefe del Ejército pakistaní, general Asim Munir, que pronuncia discursos de tono subido sobre la reivindicación de una Cachemira musulmana y pakistaní.
Observadores indican que complicado en el occidente de Pakistán debido alos ataques de los talibanes pakistaníes en la frontera con Afganistán y de los independentistas baluches en el sudoeste, Munir apuesta al conflicto militar con India para…tomar el gobierno.
El otro contencioso son los ataques aéreos israelíes sobre blancos sirios. Es una ampliación inesperada dentro del conflicto del Medio Oriente. Con Hamás en Gaza, con Hezbollah en el sur del Líbano, con los palestinos de Cisjordania y ahora con el nuevo gobierno sirio. Resta Irán.
El comunicado oficial israelí dice que “el Ejército fue desplegado en el sur de Siria y está listo para impedir el ingreso de fuerzas hostiles en la zona de las aldeas drusas”.
Si bien considerados muchas veces como musulmanes, los drusos se perciben como “el pueblo del monoteísmo”. La religión incorpora elementos del ismailismo musulmán, del cristianismo, del zoroastrismo persa, del budismo, del hinduismo y de los filósofos de la antigua Grecia.
Conforman el cinco por ciento de la población del Líbano, el tres por ciento de la siria y el 1,6 por ciento de la israelí. En Israel están completamente integrados. Al punto que son numerosos los drusos que optan por la carrera militar. Algunos como el general Ghassan Alian alcanzan las máximas jerarquías.
Si bien el compromiso de Israel con su minoría drusa debe ser tenido en cuenta, no alcanza para explicar la injerencia militar israelí en Siria. Es que se trata de ataques aéreos sobre blancos militares en distintas regiones del país.
Con todo el problema druso existe como existe el problema alauita -una comunidad que practica el islam shiíta- como existe el problema kurdo. Siria es un mosaico de etnias que el gobierno, con mayoría de musulmanes sunitas pena en administrar.

La reducción de la jornada laboral y la productividad
